Tienes el poder de transformar tu vida en el momento exacto en que tomas la decisión de hacerlo. 

El primer paso es reconocerlo: tú tienes el poder.

A menudo, nos resulta difícil imaginar cómo mejorar nuestras vidas, especialmente después de haber invertido tanto esfuerzo en construir lo que tenemos ahora. 

Nos hemos esforzado por alcanzar el bienestar, pero a veces parece que, a pesar de todo, algo sigue faltando.

Muchos de nosotros caemos en la trampa de pensar que cuando algo cambie fuera de nosotros, finalmente nos sentiremos mejor. 

Creemos que el problema está afuera, cuando, en realidad, lo que experimentamos es un reflejo directo de nuestro mundo interior.

Esta situación tiene dos caras: una positiva y otra desafiante.

El lado positivo es que tenemos la capacidad de tomar el control de nuestra experiencia. 

Solo necesitamos hacer una pausa, detenernos y observar los pensamientos y creencias que estamos manteniendo. 

Al hacerlo, nos damos cuenta de que podemos reescribir nuestra realidad.

El lado desafiante es la responsabilidad. 

Es difícil aceptar que nuestra vida actual es el resultado de las decisiones que hemos tomado, incluso si esas decisiones fueron inconscientes. 

Sin embargo, una vez que tomamos conciencia de ello, tenemos la oportunidad de cambiarlo.

Aunque nuestra incomodidad parece provenir del exterior, de las personas con las que interactuamos o de las situaciones que vivimos, tenemos la capacidad de cambiar nuestra respuesta. 

No podemos controlar lo que ocurre en el mundo exterior, pero sí podemos controlar cómo nos relacionamos con eso.

Aquí es donde entra una metáfora poderosa: la vida es como un espejo. 

Cuando miramos al espejo, vemos nuestro reflejo tal cual es, sin que el espejo sea responsable de cómo nos vemos. 

Imagina que cada persona con la que te relacionas es un espejo, reflejando tus propias creencias, pensamientos y emociones. 

Si un espejo refleja una imagen que no te gusta, la solución no está en culpar al espejo, sino en cambiar lo que estás proyectando.

De la misma forma, nuestras interacciones con los demás son reflejos de lo que está ocurriendo en nuestro interior. 

Si experimentamos incomodidad o frustración con alguien, es posible que esa persona esté reflejando algo de nosotros mismos que necesitamos revisar o cambiar. 

La clave está en hacer una pausa, observar nuestro interior y comprender por qué esa situación nos afecta tanto.

Sin embargo, hay algo importante que debemos entender y aceptar, especialmente si hemos vivido experiencias de maltrato o abuso emocional: no estamos obligados a «aguantarnos». 

Muchas veces, debido a lo que hemos vivido, podemos sentir que las interacciones tóxicas o dolorosas son algo que simplemente tenemos que soportar, que no tenemos poder para cambiar la situación. 

Es más, es probable que hayamos sido condicionados a pensar que es nuestra culpa o que debemos callar y seguir adelante sin protestar. 

Nos han enseñado que el maltrato, la incomodidad o la falta de respeto son algo con lo que tenemos que vivir.

Pero la verdad es que siempre tenemos la capacidad de elegir. 

No se trata de culpar a los demás, sino de entender que nuestras relaciones son una elección, y que incluso en las circunstancias más difíciles, tenemos el derecho de elegir no relacionarnos con personas que nos hacen daño. 

La incomodidad que sentimos en situaciones o con ciertas personas puede ser una señal de que nuestra alma está pidiendo respeto, paz y autenticidad. 

Y aunque puede ser un proceso desafiante, podemos empezar a cuestionar esas relaciones y decidir con quiénes queremos compartir nuestra energía.

Entender esto puede ser liberador. 

Si algo o alguien te hace sentir menos de lo que eres, tienes el poder de poner límites, de alejarte o de buscar el apoyo necesario para sanar. 

No importa lo que te hayan enseñado en el pasado; tú mereces relaciones que te nutran, que te respeten y que te apoyen a crecer.

Es común pensar que cuando tengamos más dinero, un trabajo mejor o un cuerpo diferente, nuestra vida será mejor. 

Nos hemos acostumbrado tanto a vivir para un futuro mejor que olvidamos que la mejor vida es la que podemos crear desde este instante.

A menudo sobrevivimos esperando que algo o alguien venga a salvarnos, sin percatarnos de que todo lo que buscamos ya está dentro de nosotros. 

La paz, la felicidad y el bienestar son cualidades que debemos aprender a nutrir y disfrutar en el presente.

No se trata de conformarnos ni de limitarnos. Al contrario, se trata de retomar nuestro poder. 

Es un llamado a la acción, a elegir mejor, a decidir cómo queremos vivir nuestra vida. 

Y todo comienza con algo tan sencillo como elegir mejor nuestros pensamientos, nuestras percepciones y nuestras respuestas ante las personas y situaciones que enfrentamos.

Recuerda: la belleza está en los ojos de quien observa. 

No vemos el mundo como es, sino como somos. 

Así que, haz una pausa y reflexiona: 

¿qué estás creando en tu vida ahora mismo? 

Si quieres algo diferente, tienes el poder de cambiarlo.